lunes, 17 de diciembre de 2018

Adicto de lo inmediato


   Raíces que se aferran a un corazón desbocado, una respiración entrecortada y un sopor que asfixia. Muros que te rodean e impiden la salida que ahora, parece no existir.

   Caes en la cuenta de cuánto tiempo ha pasado desde que se enterró tu última pasión y de cómo te arrojaste a la droga de lo inmediato, renunciando al placer de la espera, el gusto por aguardar algo merecido, y lo lejos que quedan las primeras veces que recibiste esa pseudo recompensa, que trata de emular cualquier construcción humana.

   Tratas de negar esa verdad que te acaba de congelar los huesos, piensas que tú no eres así, que no te has podido convertir en aquello que odiabas y condenabas, pero los argumentos no acuden a tu rescate. En ese momento recuerdas aquel diario que dejó de saber de ti hace años, ese cuaderno en el que volcabas todos tus desvaríos, esa agenda de sueños que dejó de volar y aterrizó, tiempo atrás, en un cajón del que ya nunca saldrá.

   La impotencia de la situación emana lágrimas de unos ojos inyectados en frustración e incredulidad a la vez que cada una de las escusas que te dirigieron hasta aquí, resuena en tu cabeza, espantando aquella paz que anhelas, que ansías.

   Los síntomas de la adicción te impiden seguir escribiendo con claridad y orden, los temblores provocados por los sollozos y el arrepentimiento te hacen menguar y ahí, pequeño, en un rincón de un enorme cuarto aprietas los dientes y te prometes volver atrás.
 “Que la droga a la que llamamos vida no te aparte de los sueños, que son tu vida”

viernes, 30 de junio de 2017

Renaciendo

   No recuerdo cuándo, cómo o por qué, pero desde hace tiempo sé que me perdí, me abandoné o simplemente dejé de ser lo que era, lo que sentía y la fuerza con la que lo hacía; me vi envuelto en una de tantas espirales que se aventuran infinitas y desorientan a cualquiera, me encontré sólo, no porque no hubiese nadie cerca, estaba sólo porque estaba sin mí, lo que era, lo que me definía y lo que coloreaba la vida a la que tanto amaba.
   Recuerdo recordar cómo me apasionaban detalles de la vida que hace mucho tiempo que no salen ya de la memoria, que no pasean por mis días, que no me acompañan porque no estoy, no existo ya, tal y cómo me conocía y a pesar de querer volver atrás, volver a ser lo que era, no encuentro la forma pues la solución se la llevó ese yo que ya no está, ese que ya no soy.
   Cientos, miles o cientos de miles son los intentos que he llevado a cabo para volver atrás, para avanzar e incluso para cambiar el mundo, muchas son las noches en vela, que se reflejan en unos ojos vacíos, en las que se buscaba sin cesar, muchas son las lágrimas ofrecidas a modo de ofrenda, pero nada conseguí, no me encontré, nunca apareció un mínimo rastro de lo que fui, de lo que quiero volver a ser. Sin embargo, ciertas noches en las que pierdo también el sueño, puedo vislumbrar curiosos pensamientos, ideas abstractas acerca de lo que fui, de lo que soy y de lo que seré y ciertas conclusiones parecen mostrarse como soluciones a una situación enrevesada como la que vivo o tal vez viva aquel que en un tiempo fui yo y que ahora se encuentra extraviado; Y es que tal vez la solución no sea encontrar a aquel yo que ya no soy y nunca seré, puede que la solución se encuentre en otro enfoque del problema, que esté por encima de lo que fui, lo que soy y lo que seré y se centre en lo que vivo, necesito y quiero, puede que tal vez y sólo de vez en cuando la solución sea crear un nuevo yo en base a lo que mi corazón y mi cabeza me piden y probablemente el desobedecer a estos dos hiciese que mi yo desapareciese de forma definitiva.
"Nadie es el que es para siempre y ningún yo puede llegar a recuperarse, tratemos pues de corresponder a nuestras pasiones y a nuestros deseos, para poder disfrutar del yo que somos ahora y que nunca más seremos, para recordar el yo que fuimos desde un nuevo yo que pronto seremos y tratemos de ser felices abandonando la búsqueda de cualquier identidad que ya nunca podremos llegar a ser, renaciendo desde el vacío que hay entre diferentes partes de uno mismo".

martes, 27 de junio de 2017

Caminos a la soledad.

Capítulo II:
El escudo de la cobardía.


   Una agenda vacía, a juego con su casa, con su entorno y su nevera. Solo con su sombra y sin nada que hacer. Relativamente joven y sin aspiración ninguna, arrepentido y sin la solución para volver atrás. Siempre quiso tener una vida normal, unos amigos, una familia, un trabajo y una casa en la que vivir feliz al lado de sus queridos. 
   Siempre fue una persona de fácil trato, afable y graciosa. Pero nunca dio importancia a las consecuencias de su cobardía, dejó que la vida le llevase donde fuese sin intervenir, pensando que aquello era lo correcto, el no luchar, el no tomar las riendas de la vida.
   Ahora, tumbado en el sofá, con la única compañía de las latas de alcohol vacías cae en la cuenta de que no se puede tener aspiraciones si no se piensa luchar por ellas, si el miedo es mayor que el coraje, si la soledad te rodea y no eres capaz de zafarte.
   Las lágrimas recorren un surco ya conocido y mientras busca la manera de seguir respirando con cierto compás decide con todo acabar, se levanta del tan usado sofá y se rinde ante una breve e interminable caida mientras piensa: La cobardía ganó, y ante ella me rindo.
   Así acaba la vida para alguien que se negó a combatir contra sí mismo, sólo y desarmado mientras pensaba que una coraza le protegía de todo aquello que lo pudiese herir, sin darse cuenta que no hay mayor exposición a las heridas que el evitarlas, el acobardarse.

martes, 28 de junio de 2016

Los ineducados

Pequeños y resplandecientes atisbos de madurez o simples equivocaciones, conducen a determinadas personas a la comprensión de la necesidad de abandonar el caparazón insensible de la ignorancia, dando lugar a una nueva persona, preocupada por aquello que le afecta de manera directa o no. Esta transformación, ya sea figurada o real, me temo que en ocasiones es excesiva y quiero creer en esta última afirmación, pues es mi última esperanza para  no perder la fe en las personas, para comprender que soy un ser excesivamente exagerado o que mi sensibilidad social sufre de distorsión. Estas son mis falsas esperanzas, mi último aliento que se basa en comprender cuán equivocado estaba, desmintiendo la lúgubre idea de que vivimos en una sociedad muerta e ineducada, de que vivimos en la dictadura del miedo y el gobierno del robo, el egoísmo y la jerarquización social arcaica.
A la caza de esa resbaladiza y pícara idea marcho, atento a útiles argumentos que la fundamenten, aunque los hallados hasta el momento no sostienen ni su propio peso. Trato de comprender a las personas y sus propias -o no tan propias- ideas y decisiones, pero aquello que observo es aquello que se convierte en acción debido al miedo, a la coacción o al egoísmo puro como estimulantes artificiales. Miles de ejemplos me agolpan la cabeza, ejemplificaciones sencillas de como aquello que en antaño se llamó democracia, pasa ahora, a ser un sueño violado por intereses superfluos. Así pues, llega a mi cabeza un ejemplo tan simple como el de poner un puñado de caramelos en manos de un puñado de niños y niñas con hambre y sin instrucciones. Evidentemente, estos pequeños devorarán sin miramientos aquellos caramelos que les fueron entregados, sin plantearse nada más, sin cuestionarse si tal vez estos dulces deberían ser racionados o qué males pueden surgir tras una ingente ingesta de caramelos. Algo parecido a este ejemplo es lo que pasa cuando los adultos, con hambre insatisfecho, de conocimiento y educación, reciben la oportunidad de meter un papel dentro de un sobre, con el nombre de alguna de esas personas de las que nunca callan, de las que aumentan el hambre de estos pobres ignorantes. Estos ineducados usarán ese derecho a voto sin ningún tipo de razonamiento, pues apenas saben pronunciar la palabra democracia sin mezclarla con monarquía o separarla de lo equivocamente considerado radical, por lo que la elección del gobierno de un país será entonces azarosa e ignorante, no reflexionada ni sometida a crítica.
Es aterrador ver como las personas son capaces de guarecerse entre las injusticias sin pelear, me llena el pecho de miedo ver como la pasividad aumenta en el fondo de los ojos de las personas, me aterroriza el simple pensamiento de que España perdió ayer en la Eurocopa y no antes de ayer en las elecciones.

miércoles, 16 de marzo de 2016

Asco de Europa

Escribo esto con lágrimas en los ojos y con la cara llena de las arrugas que se forman con la expresión de asco, de indignación, de dolor y es que no aguanto más la impotencia que siento al ver a miles de personas durmiendo sobre el lodo, refugiados que han sido torturados, pobres de los que se ríen, humanos que perdieron su capacidad de decidir. Resulta que ahora Europa es la que decide por todas ellas, por todas esas personas que mueren de frío, de hambre, que son secuestrados y vendidos como si la esclavitud hubiese sido de nuevo aprobada.
¿Y qué hace la mayoría de la población? En Getafe la izquierda consigue que la bandera europea se muestre a media asta, en Islandia el gobierno aprueba la entrada legal de 50 refugiados, los refugiados reciben 4000 chaquetas y ¿Qué? ¿Qué conseguimos con esos actos? ¡Nada! A los que gobiernan les da igual la entrada de un insignificante número de refugiados y a qué maldita altura se encuentre la bandera europea en una de las localidades de Madrid, piensan que esto no es culpa suya y por lo tanto no es su responsabilidad, la cual recae sobre las ONG que se juegan todo por ayudar como pueden.
Insto a que no caigamos en el error de pensar que por publicar fotos de apoyo y tweets conmovedores estamos haciendo algún bien a nadie. Invito a las personas que sientan que deben ayudar a que participen en cualquier movilización, que carguen contra los responsables de esta situación y que no nos quedemos en las simples quejas que se escuchan en los bares, desde ahí no se arregla el mundo.
Esta es mi propuesta y soy el primero que se la aplica. ¿Os apuntáis?

viernes, 11 de marzo de 2016

Tiempo de cultivo

Abandono, frustración. Fracaso, olvido. Agobio, vacío. Durante tiempo no he podido explicar el por qué, en mí, fluían todas esas sensaciones y sentimientos. Sentía que abandonaba todo aquello que me gustaba, que me frustraba por no poder retomarlo. Ello me conducía a una sensación de fracaso a la que trataba de poner solución olvidando. El no poder olvidar, el querer ser como antes sin saber cómo hacerlo, pero a la vez querer sentirme nuevo, diferente, me agobiaba, me hacía sentir vacío.

Ahora vuelvo a notarme más yo pero con aires diferentes, vuelvo a escuchar música, aunque no la de siempre, vuelvo a este rinconcito de mi y cuento secretos, me hablo a mi mismo y me sonrío, me regaño y vuelvo a llorar cuando lo necesito, a desaparecer cuando es preciso y vuelvo a explorar aquellas minas de fuerza que todavía quedan por explotar.

Pero tal vez lo más importante y con lo que me quedo es con lo que he aprendido, que pese a ser lo más obvio del mundo ahora que lo sé, ha permanecido invisible a mis ojos y mi mente durante largo tiempo:
"Me creía alguien con poco más que aprender, un error típico de alguien que todavía sabe poco. Eso me convirtió en confiado, me llevó a pensar en un charco como si mundo fuera, quedando este al margen de mi vista. Aprender a aprender no es fácil, pero es la mayor prueba de sensatez humana".

jueves, 24 de diciembre de 2015

El gran engaño

¿Qué es lo que queda? ¿Qué es lo que debo hacer? ¿Cómo encajo aquí? ¿Soy yo el extraño?... Estas preguntas y una larga lista con más, son las que circulan por la cabeza de aquellos que fueron engañados, traicionados y manipulados. Se criaron con unas normas, algunas más estrictas que otras, determinadas normas eran aplicables a toda la vida mientras que otras tan solo debían cumplirse en determinados momentos. También aprendieron una serie de comportamientos, rituales y maneras de actuar que debían repetirse en ocasiones, para no parecer una mala persona, mostrar educación o cualquier otro fin justificado.
Y todo esto ¿Para qué? Es decir, de qué sirve aprender todo ese entramado de bobadas protocolarias justificadas en el respeto, la compasión, la dignidad, los Derechos Humanos... si después, la cruda realidad es que no sirve para nada más que aparentar lo que no se es. ¿O acaso vosotros o vosotras nunca habéis mentido aún sabiendo que no hay que mentir? ¿No habéis mirado a otro lado cuando alguien se ha caído al suelo o ha necesitado algún tipo de ayuda? ¿En las entrevistas de trabajo sois vosotros/as mismos/as? ¿Nunca habéis actuado en contra de lo que enseñáis como vuestros valores y principios?  O ¿Tal vez estáis pasando por alto lo que "moralmente" es lo correcto para adaptaros a la sociedad que, de manera improductiva, trató de inculcaros unos valores ahora obsoletos, sin uso útil, pues solo sirven al egoísta interés de cada persona?
La pregunta correcta es ¿Por qué? Porque seguimos quebrantando todas esas leyes no escritas, si sabemos, incluso defendemos, que no es lo correcto. La respuesta es simple: La soledad acecha, y engulle a aquel que no permanezca unido al grueso de la sociedad. Es triste pero es así ¿Cuántos de vosotros, seres pensantes, no se ha visto alguna vez solo y enemistado con todo el mundo por ser sincero? ¿Cuántos de vosotros ha hecho daño a alguien por permitir que sus principios y valores prevalezcan sobre los intereses de un tercero? ¿Acaso no habéis vivido nunca situaciones incomodas por que mostrasteis menos respeto que la circunstancia "requería"?
Esa es la verdad, nos amoldamos para no ser diferentes, para no vernos aislados del gran mundo de personas que nos rodea. Sin duda es el camino fácil, por el que menos se sufre, pero tal vez sea también el camino más peligroso. Segundo tras segundo, hora tras hora, año tras año y así generaciones tras generaciones se amoldan al constructo social más actualizado y de nuevo algo varía, por lo que algo, de nuevo, se pierde. Poco a poco perdemos los modales, las cortesías, olvidamos nuestras creencias, las ideas que defendíamos y pasamos, de recordar qué no permitiríamos en nuestra vida, a contentar a aquellos que nos puedan expulsar de ese sitio tan privilegiado, dentro de la ciega y sorda sociedad.
Es por ello, por lo que aquellos estudiantes que quisieron cambiar algo en pos de una educación de calidad, sustituyeron sus protestas por noches de fiesta, Por lo mismo, aquellas personas que no soportan el voraz capitalismo, abandonan ahora esa idea para hacerse con los mejores regalos para estas navidades y aquellos que decían que nunca cambiarían, apenas son reconocidos por sus allegados.
La conclusión que saco de todo esto es simple. Siempre he dicho que la mayoría de los problemas provienen de la educación que recibimos a lo largo de nuestras vidas y este es un caso más, pues no sirve para absolutamente nada enseñar unos valores, unos principios, ayudar a forjar una forma de ser, un carácter, una identidad, si no se ayuda a fomentar la capacidad de revelarse contra lo preestablecido, si no se ayuda a comprender que no todo tiene por que ser como dicta la mayoría, a menudo corrompida, si no se trabaja en el yo autentico, tan solo en las máscaras que nos permiten estar rodeados de personas.
"No me queda ni la menor duda de que cada vez nos parecemos menos a aquellos que cambiaron el mundo en 1776, 1789, 1848... Pues la rebeldía ha sido contaminada por una falsa educación que nos entrega a los poderosos".