martes, 27 de junio de 2017

Caminos a la soledad.

Capítulo II:
El escudo de la cobardía.


   Una agenda vacía, a juego con su casa, con su entorno y su nevera. Solo con su sombra y sin nada que hacer. Relativamente joven y sin aspiración ninguna, arrepentido y sin la solución para volver atrás. Siempre quiso tener una vida normal, unos amigos, una familia, un trabajo y una casa en la que vivir feliz al lado de sus queridos. 
   Siempre fue una persona de fácil trato, afable y graciosa. Pero nunca dio importancia a las consecuencias de su cobardía, dejó que la vida le llevase donde fuese sin intervenir, pensando que aquello era lo correcto, el no luchar, el no tomar las riendas de la vida.
   Ahora, tumbado en el sofá, con la única compañía de las latas de alcohol vacías cae en la cuenta de que no se puede tener aspiraciones si no se piensa luchar por ellas, si el miedo es mayor que el coraje, si la soledad te rodea y no eres capaz de zafarte.
   Las lágrimas recorren un surco ya conocido y mientras busca la manera de seguir respirando con cierto compás decide con todo acabar, se levanta del tan usado sofá y se rinde ante una breve e interminable caida mientras piensa: La cobardía ganó, y ante ella me rindo.
   Así acaba la vida para alguien que se negó a combatir contra sí mismo, sólo y desarmado mientras pensaba que una coraza le protegía de todo aquello que lo pudiese herir, sin darse cuenta que no hay mayor exposición a las heridas que el evitarlas, el acobardarse.

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