Lanzas
una pelota, tímidamente, con miedo, preguntándote mil veces por segundo qué es
lo que va a pasar, la lanzas y cae al suelo. Sin perder la esperanza y de
manera decidida la recoges y lo vuelves a intentar. Varios intentos con
fracasos incluidos acumulas ya a la espalda, la esperanza ya flojea pero no ha caído
todavía.
Ya no tienes miedo, sabes que lanzarás la pelota y aunque no sabes nada
más, te aventuras a probarlo, la lanzas y para sorpresa de todos esta no
vuelve a encontrarse con el frío suelo,
esta vez la consigues. Te cuesta creértelo, pero es la realidad, lo as
conseguido.
Poco a poco vas perfeccionando la manera de ejecutar el número pero
pronto te das cuenta de que eso ya no vale, que ya no llena el vacío existente
en tu interior y decides añadirle más complicación; esta vez existe una
dificultad más, una bola más que coger al vuelo, miles de preguntas más que
resolver, piensas que no será tan difícil y de hecho no lo es, rápidamente lo
consigues y sin darte cuenta ya no tienes en cuenta lo que los demás dijeran,
solo buscabas conseguirlo por ti, por llenar ese vacío.
A medida que pasa el
tiempo, sigues complicando el número, cada vez cuesta más superarlo, pero te da
igual, porque sabes que el único error es el rendirse, no existe un fracaso si
no existe una rendición.
Y tal
vez sea esto, un simple número de malabares, lo que describa a la perfección cómo es la vida, cómo ha de enfrentarse uno a
ella y de cómo nosotros mismos nos marcamos los límites.
"Si hay oscuridad, hay luz, si existen dificultades, existen soluciones, y si luchas, siempre habrá un sendero".
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