Dicen
del ser humano, que presume de ser un ser vivo, el ser vivo por excelencia, el
que se encuentra por encima de cualquier otro, animal o vegetal. Es este, el
ser humano, el que ha sido innumerable veces tachado como el ser vivo más
inteligente del planeta, aquel que posee un desarrollo intelectual fuera de lo
normal comparado con los demás seres del reino animal.
Un ser
inteligente, capaz de usar un lenguaje, de vivir en sociedad, de pensar, de
aplicar la lógica para resolver problemas complejos, capaz
incluso de autocriticarse y cuestionar incluso su propia existencia. A lo largo
de los años, de los siglos, el ser humano ha criticado, pensado y filosofado
sobre su existencia, la sociedad que le rodea y demás temas de interés que aún,
hoy día están abiertos a debate con un sinfín de interrogantes con variados
resultados posibles. Es este ser humano, el que con el tiempo ha conseguido
evolucionar su pensamiento primitivo, lo que ha conllevado a una inevitable cadena
de cambios de paradigmas en todos los aspectos de la vida, en la sociedad, en
el ámbito político, en el individual, el teológico… y hoy día esta cadena no ha
dejado de ofrecer cambios.
Un
claro ejemplo de evolución se puede ver en la diferencia entre los primitivos
reinados severos, ansiosos por conseguir nuevos dominios, por sublevar al reino
rival y las actuales democracias y proyectos de república, con derechos,
justicia, acuerdos entre países y no intentos de sublevación. No cabe duda de
que otras ideas surgen, pues el ser
humano no cesa nunca en la crítica. Ideas como abolición de democracias, pues
ningún pueblo deber permanecer bajo el yugo de ningún soberano, instauración de repúblicas puras, anarquismo
con la consiguiente abolición del estado en sí, de toda forma jerárquica
posible, planteamientos de vuelta atrás, de la concentración de los poderes en
una sola persona…
Mágico
y aterrador a la vez, mentes tan similares las de los humanos y que puedan
pensar de una manera tan distinta en algunas ocasiones, congestión de ideas
contrarias que conducen a la confusión, riqueza intelectual por una parte,
conflicto por otra. Quizá sea eso otra consecuencia de la constante evolución intelectual
del se humano, tal vez no solo evolucione el pensamiento, la vista crítica
sobre diferentes ámbitos que se hallan en debate infinito, sino que también
evoluciona el conflicto provocado por las grandes diferencias de pensamiento.
Pues, por ejemplo, la opinión de ceder la libertad a un soberano a cambio de
vivir en sociedad, con derechos, deberes y bajo un estado de justicia es
opuesta a otra idea, totalmente aceptable y lógica, como puede ser la de
mantener en mí esa libertad total y esta oposición puede enfrentar a una
población entera, dándose a conocer el lugar en donde cojea el ser humano pues
el protocolo que se sigue frente a un choque de ideas contrarias consiste en
hacer que prevalezca, del modo que sea, la idea que sea aceptada por el que, en
ese momento, posea el poder de elección, da igual que sea un rey absolutista y
sus cámaras correspondientes, un consejo de sabios o un presidente. Son
desconocidos los casos en los que este protocolo ha sido sustituido por otros medios de
elección, por ejemplo un posible consenso, una fusión de ambas ideas o la
elección del bien común y no el propio, es decir la elección que conllevará a
un resultado más satisfactorio para la mayoría a pesar de que no sea esta
elección la que se escogería de manera personal.
Existen
otros tipos de conflictos, exactamente conflictos de altura, por llamarlos de
alguna manera, los cuales me han inspirado para escribir este texto. Estos
conflictos se dan cuando el choque de ideas se produce entre el pueblo y el que
lo rige, cuando este último solo busca su bien común y el de su alrededor sin
importarle ser el cáncer que acabe con los súbditos a los cuales, según su
título debe de guiar hacia un camino mejor, usando astucia y justicia. Estos
conflictos parece que son en los que ahora se halla estancado el ser humano,
ser superior por excelencia, ser inteligente, lógico y pensador. La actuación
ante estos conflictos es de nuevo un debate inacabado con miles de respuestas,
todas pensadas y criticadas, algunas tachadas de extremistas, otras por el contrario
de sumisas o pasivas. Esta profunda grieta parece ser la que frena por ahora el
ser humano.
Como
ser humano, ser inteligente, lógico y pensador me gusta introducirme en esos
debates infinitos y pensar posibles soluciones, pienso si sería correcto
aceptar que el que nos guía, el que rige sobre nosotros, tome la decisión
pensando en el bien propio y no en el común, pues es él el que nos guía, pero
rápido tacho esa opción, pues yo ofrezco mi libertad a cambio de un bien común.
Se me pasa por la cabeza también, que está en mi mano equilibrar la balanza,
quizá fuese correcto aumentar el nivel de radicalización en los actos en contra
del que nos dirige con el fin de recuperar ese anhelado bien común, pero
recuerdo que también tengo unos derechos y obligaciones aparte de un código
ético y moral, por lo que de nuevo tacho otra idea, que sin duda prometedora
aparentaba ser en un principio. Sin saber como, se me aparece ante mí una idea,
un concepto, que yo mismo tengo el placer de moldear, lo decido llamar
desobediencia lógica, cuesta explicarla pero es sencilla.
La
desobediencia lógica se basa en la recuperación de la libertad total, perdiendo
los derechos como ciudadano de la sociedad, pero perdiendo a la vez los deberes
como parte de ese conjunto. Pero no solo consiste en conseguir la total
libertad, sino en usarla de manera inteligente, con el fin de obtener ese
preciado bien común que tanto se desea y que es arrebatado por el mismo que nos
subleva, por el mismo que se opone a que recuperemos nuestra libertad. Es una
idea que me tienta, la desobediencia lógica o rebelión por el bien común, una
idea sencilla, pero frágil, es un destello de luz, que de nuevo por el ser
humano, puede ser criticada, por extremista bajo unos ojos sumisos, por débil
ante unos ojos radicales, por utópica frente a ojos de los que olvidaron
luchar, pensar y vivir.
Ignoro
cuantos años, siglos incluso, tardará el ser humano en salir de esta grieta,
pero lo que sí se seguro, es que desde hoy comienza mi desobediencia lógica, en
busca del bien común, del camino correcto, hoy comienza la difusión de mi idea.
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