Yo de pequeño quería jugar con los demás niños,
jugar a las canicas, pasar la noche en casa de algún amigo o que algún amigo la
pasara en mi casa, quería ser un niño más del montón, no quería destacar ni
nada por el estilo, simplemente ser un niño. Mi mamá además me decía que la
clave para tener amigos era una gran sonrisa, pero lejos de conseguir mí
objetivo, tan solo obtuve insultos, carcajadas hacia mi persona y agresiones
injustificadas por manos inocentes de niños con la mente ensuciada por sus
padres. Nadie me dijo nunca que el color de mi piel influía en el trato que las
personas me daban, y de hecho, el que nadie me lo dijera lo veía lógico pues
yo, llevo años intentando averiguar el por qué, y todavía no lo entiendo.
Ahora tengo veinte años, y algunas cosas, como yo
digo, parece que se han curado, pues los que antes eran niños con la mente
enturbiada por influencias de bases estúpidas parece que empiezan a tratarme
como a un igual, aunque, por desgracia, quedan secuelas de la conducta adoptada
en su niñez que hacen que sigan existiendo para ellos barreras que
supuestamente me hacen diferente. Por si no fuera poco, algunos de aquellos
niños nunca abandonaron las tontas creencias que les hacían pensar que yo era
diferente y ahora son, si se les puede llamar así, personas adultas, aunque yo
les tacharía de futuros enturbiadores de mentes infantiles.
Aunque pueda parecer utópico, creo que en un futuro
el color de mi piel y el de los demás no será barrera alguna para las
relaciones humanas, creo que los niños de Sierra Leona, como yo lo fui en su
día, podrán jugar sin barreras con niños de cualquier otra parte, y también
creo que todo tiene cura, incluidos los de enturbiadas mentes. Me llamo Abdul,
resido en España y efectivamente, soy un africano soñador.
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