Soledad.

No es la primera vez que escribo acerca de la soledad, pero quizás si sea la primera vez que escriba sobre ella de esta forma,  pensándola como la peor tortura, temiéndola como si de la peste se tratase y es que no hay peor mal que la soledad, un corazón que late por latir, sin motivo, sin ningún compañero con el que cantar al unísono ni descubrir, ni vivir realmente. 

"Solo es como vive todo aquel que no aprecia la compañía de los demás, solo es como vive todo ignorante de la vida".

Rutas.

Miles de direcciones y no saber por cuál decidirte, miles de posibilidades a cada lado con consecuencias infinitamente diferentes para cada paso, una velocidad de vértigo y un mar de dudas bajo los pies. Consejos, inseguridades, malas decisiones y malos caminos, todo ellos necesario para aprender que solo se elije bien si se deja que lleve el ritmo el corazón, si las emociones vencen y los temores son mínimos.

Vive.

Mientras imploras saber más sobre tu jugador de fútbol favorito, mientras esperas alguna mala nueva de alguien menos afortunado que tú o alguien a quien nunca conocerás, siempre que consideres tu existencia o la de alguien o algo, material o no, como centro de todo, durante el tiempo que esperes algo, que estés siguiendo a la corriente, estarás dejando que escape, entre suspiros expirará y no la recuperarás nunca, pues la vida es cada inretornable segundo, cada persona que nos rodea, lo es todo y es la nada, en ti está cómo usarla.
"Cada segundo es un paso más en nuestro camino".