domingo, 4 de diciembre de 2011

Tranquilo.

Algo tan simple como respirar hondo, como bajar una cuesta, con una bicicleta sin pedalear, sin prisa, sin ansia. Nada ni nadie más que tú decide el tiempo que tomarás para cada cosa. Un eterno beso o un veloz parpadeo, quizás sea eso, una lenta caída o una fugaz sonrisa.
   Con calma, todo con calma sabe mejor. Andar entre la jauría de la ciudad y sin aviso alguno parar, parar y contemplar lo que te rodea. Sentir a las personas pasar de aquí para allí, algunos con rumbo fijo, otros a la deriva. Reanudar la tranquila marcha y con una sonrisa poder transmitir la más placentera de las serenidades.
   Saborear cada segundo o devorar las horas y los días, disfrutar cada milésima o engullir semana tras semana, todo está en tu mano, es tu decisión. Sentir una interminable caricia o una rápida mirada a tu espalda. Escuchar el eterno sonido del agua caer desde el cielo o simplemente cerrar los ojos estés donde estés. Tranquilo, sin prisa, sin temor.
"No podemos controlar el tiempo, pero sí disfrutarlo".

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