Eran ya tres las horas que Rashid
llevaba buscando sentido a los insultos que había recibido en los últimos
cuatro meses. Él no entendía porqué la gente le llamaba mono, manchado, perro,
escoria o porqué le miraban con asco. Incluso hubo dos ocasiones en las que
Rashid fue agredido por personas, que no solo no conocía, sino que además el
veía como iguales. Este último recuerdo le transportó a uno nuevo, pensó en su
última herida, adquirida en la última agresión con una botella y pensó que tardo
mucho en cerrarse, pero le daba igual, porque al igual que el trato recibido,
nunca entendería porque era así, nadie se lo explicaría, él estaba solo.
A
Rashid no le gustaba demasiado pensar en eso, pero después de llevar ya un mes
en el centro de internamiento de extranjeros, era lo único que le hacía
recordar que en un principio el también era humano, o por lo menos eso creía el.
Rashid no tenía muy claro el por qué se
había llevado a cabo su internamiento en aquel lúgubre, triste y desatendido
lugar, pues lo único que le gritaban los encargados del aislado centro es que
no podía estar en la calle sin un papel que le reconociera como ciudadano. El
primer día que Rashid pasó allí, estuvo preguntando que si era necesario ese
papel, que si no se veía a simple vista que era humano. Pero esas preguntas se
respondieron con el primer golpe que recibiría allí dentro, el segundo vino
después del inmediato grito de dolor de Rashid. Fue ese mismo primer día cuando
Rashid comprendió que allí no era una persona más si no el número 1222.
Rashid estaba ahora mirando el techo de
su celda, con brillantes lágrimas en pleno descenso por su cara, pensaba ahora
en su familia, pero rápido la nostalgia se esfumó, con un gran rugido de sus
tripas. No sabía si llevaba uno o dos días sin comer, pues las ventanas estaban
tapiadas, pero luchaba por silenciar los rugidos de su tripa, ya que los
guardias encontraban diversión en privar de la asquerosa comida a los estómagos
cantantes como ellos los llamaban de manera burlesca. Esa noche Rashid se
sintió afortunado pues no se le privó catar un plato de lo que esos agentes
llamaban comida. Después de haberlo ingerido creyó conveniente cerrar los
vidrios ya que eran 6 los días que llevaba sin dormir.
Rashid intentó dormir pero millones de
preguntas le rondaban la cabeza. ¿De verdad era todo esto necesario? Es verdad
que rashid no dominaba perfectamente el castellano, que no tenía conocidos en
el país y que no poseía el dichoso papelito que le reconocería como ciudadano
pero… ¿Tan solo por estas pequeñeces Rashid debía pasar por todo aquel
tormento?
En el fallido intento de dormir, Rashid
recordó su segundo día en el centro de internamiento para extranjeros. Era
posiblemente el recuerdo más desagradable de toda su vida. De ese día recuerda
que fue abstraído de sus pensamientos con un cubo de agua helada que se derramó
por su espalda, la sensación fue desagradable como poco ya que en paños menores
y en pleno mes de enero esa agua era lo que menos se deseaba. Acto seguido el
1222 fue arrastrado y zarandeado por dos guardias que le condujeron a una sala
en la que le desnudaron. Entre varios guardias le rodearon con una pose
amenazante. Un guardia más alejado le pidió de muy buenas maneras y con la
cortesía rebosándole por la boca que por favor dejara de tiritar, pero para
Rashid eso era imposible, lo que fue tomado como una desobediencia y el
violento circulo que le rodeaba procedió con extensibles a grabar en su piel
desnuda el correspondiente castigo. Tras unos minutos, Rashid perdió las fuerzas
para gritar, llorar e incluso moverse. Fue en ese momento cuando el círculo
castigador paró con la tortura y procedió a conectar al número 1222 a una
extraña máquina. El hombre de los buenos modales le volvió a dirigir la
palabra, esta vez para pedirle que se pusiera en pie. Rashid con fuerza
sobrehumana lo consiguió, pero en vano, pues esta vez fue la suela del zapato
de un guardia la que hizo que Rashid volviera al suelo. Al no estar de pie ni
un segundo bajo el juicio del hombre de los buenos modales, 1222 recibió su
segundo castigo, que fue una alta descarga eléctrica que le hizo perder el
control de su cuerpo de tal manera que cuando recobró el sentido vio que no
había sido capaz de retener su orina ni su saliva.
De nuevo Rashid fue arrastrado, esta vez
a unas duchas, en las que fue encerrado con un guardia primero, luego con un
segundo guardia y así hasta con 4. Rashid que estaba ahora dando vueltas en su
celda cayó al suelo envuelto en llantos al pensar en lo que le hicieron
aquellos 4 guardias en las duchas.
Por fin Rashid durmió durante unas
horas, pero de lo que él no se daba cuenta era de que ahora reflexionaba mientras
dormía. El buscaba respuestas al trato recibido en sus sueños, pensó que era
por su origen, pero luego calló en que hay otros de diferente origen a los que
llaman turistas, pensó en que sería por su tono de piel, pero no entendía por qué,
entonces pensó que podía ser por el dichoso papel o tal vez por el asqueroso
dinero, actual motor de todo, pero antes de llegar a una conclusión final, este
fue despertado por una voz que gritó su identidad, 1222. Rashid ya contestaba a
ese número pues era lo único que le identificaba como ser vivo pues la
humanidad, consideraba él, la perdió el día que entró en el centro de
internamiento para extranjeros. El guardia que entró le pidió que le besara los
pies a cambio de un plato de la repugnante comida. El número 1222 se negó a
hacerlo, y el guardia que vio restos de dignidad presentes en ese endeble
cuerpo todavía, le castigó con su extensible hasta ver sangre. Obviamente
Rashid no comió nada en todo el día como castigo extra por hostilidad.
Pasaron las horas, y de entre toda la
sangre derramada, brilló una sonrisa y es que Rashid estaba ahora pensando en
su hija de 7 meses, en su mujer y su madre, a las cuales había abandonado para
venir a esta tierra de oportunidades con el fin de mantenerlas con un salario
por mínimo que fuera. Pero la sonrisa murió pronto pues Rashid llevaba 5 meses
sin verlas y uno sin tener noticias de ellas, aunque por egoísta que sonase, a
Rashid ahora mismo le daba igual el estado de su pequeña familia, pues lo único
que ahora le importaba era él, deseaba salir de allí como fuera y no existía
nadie más que él.
Llegó lo que para el número 1222 era el
siguiente día, despertado de nuevo por un guardia. Rashid parecía ya un muerto
viviente, con grandes ojeras, costras, sangre por todos lados y casi sin ropa.
El guardia le dijo algo que le sorprendió. Le dio la enhorabuena pero 1222
ignoraba que el tono del guardia era sarcástico y que por lo único que le
congratulaba era porque ya había cumplido un mes en el centro de internamiento
para extranjeros. A continuación el guardia le explicó a Rashid algo que si
entendió, y es que resulta que Rashid había seguido un programa de reeducación
e integración y que al no haberlo superado exitosamente se debería volver a
someter al mismo programa. Las últimas y más frías palabras del guardia fueron:
“Disfruta de hoy, porque mañana será tu segundo primer día aquí fétido
despojo”.
Rashid se arrinconó en su mugrienta
celda y pensó en que lo que para él habían sido años en realidad había sido tan
solo un mes. Pensó además en las ganas que tenía de ver a su familia aunque no
fuese lo más importante para él en ese momento, pero no lo exigió por miedo a
que lo usaran en su contra. Lloró ese día más que ninguno bajo los insultos de
los guardias que rondaban su celda, cuestionando su hombría. Pero lo que 1222
más temía y se negaba a volver a vivir fue lo ocurrido aquel fatídico segundo
día y lo único que tenía claro era que no quería tener su segundo segundo día
en aquellas duchas.
Sin dormir ni dejar de tiritar, no por
el frio si no por el miedo, Rashid inició su segundo primer día en el centro de
internamiento de extranjeros. Todo fue horriblemente familiar. Se le asignó un
nuevo número como a un animal de ganado, esta vez fue el 2032.
En este segundo primer día el número
2032 recibió una paliza, esta vez ya sin pretexto alguno, pero él no reaccionó,
pues pensar que estaba a menos de veinticuatro horas del segundo segundo día le
paralizaba.
Pasó la noche en vela, recordando los
cuatro meses que pasó en las calles de la ciudad, cuatro meses que sin duda
ahora tacharía de gloriosos a pesar de haber sido tratado como escoria, pero
2032 no puedo pensar mucho más pues el momento llegó y la celda se abrió. Los
guardias, con sonrisas dibujadas sabían perfectamente lo que 2032 pensaba.
Fue arrastrado de nuevo a una sala en la
que fue rodeado por un circulo que le castigo por no cumplir cosas que un tipo
le pedía. Más adelante, Rashid noto de nuevo las punzantes descargas eléctricas
y casi sin darse cuenta ya se estaban dirigiendo a las duchas. El número 2032
estaba desesperado y su corazón latía a un ritmo desorbitado. Lo único que pudo
hacer ese pobre animalillo asustado es arrebatar en un descuido una pistola y
sonreír a la vez que apretaba el gatillo apuntando a su sien. El ensordecedor
disparo silenció la caída de su cuerpo pero no ahogó las sonoras carcajadas de
los guardias, los cuales abandonaron el cuerpo 2032 para ir en busca del
siguiente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario