Pensamos que tal vez los barrotes no fueran suficientes, que
puede que la cerradura quedara abierta o que alguien le dejara escapar, pero la
verdad es que el tiempo es un todo, imposible de capturar, de retener, es una
montaña de arena que se consume de forma inevitable y de forma imperceptible
para el arrogante humano que cree tener poder sobre todo lo conocido y lo
desconocido.
Pretendemos usarlo a nuestro antojo, enjaularlo y emplearlo
a placer, olvidando que no es un objeto cualquiera, es el paso de nuestras
fugaces vidas en continuo movimiento, tratamos de convencernos a nosotras
mismas, como personas con el don de la razón, de que está ahí, justo donde lo
dejamos y no admitimos hasta mucho después que nunca estuvo, que nunca pudimos
depositarlo en ningún sitio. Pero lejos de solucionar el conflicto, el humano admite
haber perdido el tiempo, pero se jura a sí mismo encontrarlo, buscando por
solitarias, sombrías y vacías esquinas por las que el tiempo dejó su rastro.
Abandonándose, consumiéndose por su presa más ansiada, va
desapareciendo, sin valorar lo que nunca
volverá a recuperar. La fugacidad del
tiempo, que ha mantenido su desafío con el ser humano desde su existencia,
sigue su rumbo, mientras que nosotros seguimos desviando el nuestro, tratando
de encontrar la forma de recuperar el tiempo perdido, en lugar de aprovechar el
que nos queda.
“¿Eres de los que ves
en un día 24 horas o de los que ve en un día una oportunidad de disfrutar la
vida?
Excelente amigo.
ResponderEliminar